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Apenas llegamos a Baños de Agua Santa escuchamos una tonada muy cordobesa que venía acompañada de varias cervezas para ver el partido que Argentina perdería con Paraguay, eran Nico y Lau. Más tarde, el mismo día llegaría otra pareja más con tonada, Rulo y Euge. También estaba Claudio, el único peruano-chileno que conocimos. Juntos disfrutamos de varios de los atractivos del pueblo.
Baños está en una zona montañosa y un poco selvática, era el verdadero Baños, al que queríamos ir cuando fuimos a Cuenca. Hay muchas actividades para hacer, como puenting, canopy y alquiler de bicicletas.
El primer día, además de ver el partido de Argentina, cocinamos entre todos y estuvimos hablando hasta tarde. Eramos 3 parejas que vivimos en la misma ciudad pero que no nos conocíamos. Pasó una de esas cosas que pasan cada tanto, se generó química automáticamente. Una química que poco a poco nos haría contar cosas que no le contarías a un extraño. Pensaba, qué hace que te encuentres con personas que parece que las conoces de antes. ¿Cual es la magia para confiar en alguien que recién conoces? De a poco iban surgiendo historias de vida que en algún punto habían dejado una enseñanza en la persona que la relataba y los que escuchábamos podíamos comprender de qué se trataba esa enseñanza, porque en algun punto nuestras historias se conectaban.
El segundo día en Baños le alquilamos las bicis a José, nuestro anfitrión, y fuimos a hacer la ruta de las cascadas.
Para llegar a la primera tuvimos que subir una buena loma que nos dejó casi sin aire y terminamos subiendo con la bici al lado. Pero valió la pena por la bajada, era bastante empinada así que agarramos muy buena velocidad. Después salimos a la ruta, y fuimos andando hasta un lugar dónde se hace canopy. Euge quería hacer pero no se animaba, así que tuvimos que molestarla un poco para darle coraje, hasta que se decidió. Al final le gustó tanto que volvió haciendo lo mismo. De ahí seguimos viaje, cada bajada la hacíamos al palo así que disfrutamos de la adrenalina de ir en bajada por la ruta.
Lo más lindo era sentir el aire en la cara mientras bajábamos por el camino con interminables curvas. Disfrutar el paisaje que teníamos alrededor. Inmensas montañas, cascadas que aparecían de repente al doblar una curva y luego desaparecían. Algunas, las mas grandes, las veíamos desde lejos. Otras más pequeñas caían sobre nuestra ruta y nos mojaba como una lluvia en pleno verano. Y el río nos acompañaba en todo el trayecto, sabíamos que nos uniríamos al final de nuestro recorrido, en el Pailón del Diablo. Dicen que no hay camino hacia la felicidad, sino que el camino es la felicidad. En este caso se representaba esa frase, nos sentimos tan felices en el camino como al llegar al Pailón. La alegría invadía nuestros cuerpos y la mueca en la cara no era más que una gran sonrisa (excepto cuando nos tocaba una subida 😩) esto nos mostró que parte de la felicidad está en volver a ser un niño y disfrutar sin ningún tipo de prejuicio.
Había unos túneles pero para las bicis hay unos desvíos desde donde hay muy buenas vistas. Llegamos hasta donde se hace puenting. Rulo quería hacerlo y yo no estaba seguro. Ese salía 10 y había otro que estaba 20, entre eso y un video que nos mostraron, terminé de decidirme. Mientras caminaba por el puente ya empezaba a arrepentirme. Cuando me subí a la baranda me temblaban las gambas y el tipo me decía que pusiera el cuerpo firme pero no podía enderezarme. Hasta que pude y me preguntó si iba a saltar o dejarme caer, me iba a dejar caer nomas. Pero creo que fue peor porque caí mal y di una vuelta, así que el vuelo no fue muy estético.
En cambio Rulo se tiró sin miedo y con clase. Luego seguimos en las bicis, camino al Pailón del Diablo. Cuando llegamos atamos las bicis y entramos. El lugar es hermoso. Hay unas escaleras que permiten ver la cascada desde abajo y después subimos a una especie de cueva donde nos mojamos muchísimo.
La pasamos genial, nos reímos mucho y la sensación del agua chocándote la cara es buenísima. La cascada tiene muchísima potencia así que rebota en las piedras y salpica un montón. El frío y la potencia del agua hacen que cueste respirar y las hormonas se mezclan en un licuado que termina en con nosotros poniendo cara de asombro y felicidad.
Claudio tenía que volver así que pegamos la vuelta. Por suerte hay unos camioncitos que cargan las bicis y te suben hasta el centro de Baños. Desde ahí teníamos que volver a subir hasta donde nos hospedábamos, a esa altura el asiento de la bici ya no parecía muy amigable.
Convertimos la noche en un momento bien argento, las chicas hicieron milanesa con puré y tomamos fernet con Coca. Eso ayudo a seguir uniendo lazos, y esa noche seguimos contándonos nuestras vidas, con cosas que uno solo revela a amigos. Todo lo que vivimos ese día, bici, puenting, cascada gigante, milanesas y fernet, resumía todo lo que uno puede hacer para ser feliz, y ese día realmente nos sentimos así.
Compartimos poco con nuestro anfitrión porque la mayor parte del tiempo que estuvo en el lugar, que es una especie de hostel/camping, estaba concentrado en su celular. Pero nos contó algunas historias muy interesantes de vivencias que tuvo en la selva, de historias que se nos hicieron bastante difíciles de creer.
La mañana del siguiente día arrancamos bien tranquilos, con intención de ir a conocer la casa del árbol, que es la postal más famosa de Baños. Pero se nos pasó el bus de las 11 así que tuvimos que hacer tiempo hasta que pasara el de las 14. Teníamos dudas si hacer el columpio que está ahí o si hacer otro, pero como el otro sale 10 dolares y este está incluido en la entrada a la casa, que cuesta un dolar, optamos todos por hacer solo este.
Además del columpio y de la casa, escuchamos al cuidador del lugar, que es un experto en volcanes y desde ese puesto hace vigilancia del volcán Tunguragua, que está activo. Nos mostró un video con imágenes de la última erupción y nos explicó un poco de porqué erupcionan. Cuando terminamos la parte culta volvimos a convertirnos en niños y fuimos a jugar con el canopy. Nos tiramos varias veces cada uno hasta que nos aburrimos y ahí pegamos la vuelta. Hay una cuerda que usan para bajar hasta el camino, nosotros aprovechamos para jugar. Emprendimos el regreso, y como todavía faltaba media hora para que saliera el bus de vuelta, hicimos dedo y tuvimos suerte. La noche otra vez fue momento de reunión, esta vez pizza casera con cerveza comprada ilegalmente en una casa, porque aparentemente los kioskos no pueden vender después de cierta hora.
Cuando José nos contó su historia fantástica sobre la selva, inspirado en el espíritu aventurero, le pregunté si cerca de Baños había algún lugar que pudiéramos ir a conocer para estar en contacto con alguna comunidad aborigen, para poder ir a ver sus costumbres. Nos dijo que sí, que a 4 horas estaba Misahuallí. Nos dio varios datos, que después veríamos que eran erróneos. De todas formas, en Misahuallí no la pasamos tan mal. Después se los cuento.