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En Bogotá no estuvimos demasiados días, pero los usamos a full. Subimos un cerro que ni siquiera los locales suben, hicimos tour cultural por los museos y conocimos Villa de Leyva, una auténtica ciudad colonial.
Cerro de Las Cruces
Llegamos a la capital colombiana desde Armenia como a las 4 de la mañana y para ir hasta lo de Natalio, un primo mío, nos tomamos un taxi que por suerte costó mucho menos de lo que él me había dicho para asustarme. Como si hubiéramos llegado de un boliche, comimos un sandwich y nos fuimos a dormir a las 6 de la mañana.
Nosotros habíamos supuesto que ese domingo lo íbamos a usar para descansar, claro que no contábamos con que Natalio y Euge están entrenando para subir el Lanín y nos invitarían a ser parte de su entrenamiento con una caminata por un cerro.
La caminata estuvo muy buena. Arrancamos pasando por un barrio popular en donde nos indicaron para donde era. Suelen recomendar subir a los cerros esos acompañado de policía o por lo menos hacerlo en los horarios en que hay policías vigilando las entradas a los cerros.
Como era domingo los vigilantes estaban en algunos puestos solo hasta las 12 y en otros hasta las 13. A las 13 nos cruzamos unos policías que se estaban yendo y nos advirtieron que si queríamos subir, lo hacíamos bajo nuestra responsabilidad (lo que sea que eso signifique). Seguimos avanzando y cruzamos una cascada que formaba una pileta y había gente bañándose. No sé cuanta gente sabe que en plena Bogotá hay bosques y cascadas.
Con Lu estábamos fascinados viendo una metrópolis de 10 millones de habitantes desde un bosque de hermosos árboles y abundantes cascadas. Era la primera vez que ellos hacían ese camino por lo que no sabían muy bien por dónde ir, por suerte nos alcanzaron 3 chicos (que primero nos pusieron paranoicos por todo lo que uno escucha y las advertencias que te dan), que ya habían ido una vez por ahí y nos fueron guiando e incluso nos ayudaron a trepar las piedras más altas y que solos difícilmente podríamos haber cruzado.
Como nosotros no estamos entrenados para subir el Lanín llegamos a la cima del Cerro de Las Cruces con la lengua afuera y sin aire, así que nos quedamos unos minutos ahí recuperándonos y disfrutando de la vista espectacular que teníamos en frente. Gracias a ese paseo nos ahorramos subir al Monserrate, que es el cerro más conocido de Bogotá y al que se sube por funicular o teleférico.
El centro histórico de Bogotá
El segundo día fuimos al centro a ver algunos museos y el centro histórico, que es conocido como el barrio de La Candelaria. En Bogotá hay dos museos muy importantes, uno es el museo del oro y el otro es el del Banco de la República, un complejo que incluye 3 museos: el de Botero, colección numismática y el de obras de arte.
A la mañana fuimos al de Fernando Botero, uno de los artistas más importantes de la historia de Colombia, que aun vive.
Es reconocido por su estilo único, donde juega con los volúmenes de los objetos o personas que representa, pareciendo que todos sus personajes son obesos.
También juega con obras de otros artistas, por ejemplo una de Velázquez y la Mona Lisa. Además de sus obras, hay muchas que el donó al museo de múltiples artistas, incluidos varios Picassos y algunos de Miró. Todo eso es totalmente gratuito.
Salimos del museo y fuimos a pasear. Sin querer pasamos frente a la casa de gobierno, es todo un sector donde están el palacio presidencial, la casa del presidente, y los poderes legislativos y judicial. La plaza mayor es al estilo colonial, un cuadrado grande de ladrillos, rodeada de edificios de la época y con un pequeño monumento a Bolívar en el centro.
Después de almorzar volvimos al museo del Banco de la República para ver el sector de las obras de arte. Está dividido en salas para ir viendo cómo cambió el arte a lo largo del tiempo. Lo más interesante es que hay dos cuadros fundamentales para entender el estilo de Botero. Hay uno de 1952, cuando todavía no había adoptado su estilo y sus personajes todavía eran flacos y uno del 55 que es el que lo hizo cambiar su pintura.
Dibujó una mandolina arriba de una silla y cuando tuvo que hacerle el agujero del centro lo hizo muy chico, haciendo que las proporciones de los volúmenes cambiaran y eso le gustó tanto que empezó a hacer así todos sus cuadros.
Esa noche cumplimos una promesa y cocinamos ravioles caseros para nuestros anfitriones y, humildemente, podemos decir que salieron buenísimos.
Villa de Leyva
Al día siguiente nos encontramos con Natalí, una amiga de Lu, a la que no veía hacía 3 años. Los 3 más un amigo de Natalí fuimos a conocer Villa de Leyva, una ciudad colonial que está cerca de Bogotá. Aunque cerca es relativo, ya que en auto son 3 horas pero para nosotros que estábamos en una punta de la ciudad y fuimos en bus, terminaron siendo 5 horas de viaje.
Ya habíamos visto grandes ciudades que fueron coloniales, pero al ir aumentando su tamaño la arquitectura española quedaba en una parte reducida de la ciudad y rodeada de edificios modernos, o por lo menos del 1900. En cambio, Villa de Leyva es un pequeño pueblo y toda (toda) la arquitectura es del mismo estilo, lo que hace posible imaginar cómo era vivir en un lugar así hace 200 años.
Creo que valía la pena ir con tiempo, tal vez es un lugar donde hay que quedarse una noche a dormir y no hacerlo a las corridas, ya que hay varias cosas para visitar, aunque tienen precios para turistas no latinos. Hay unas cascadas, unas lagunas azules (que cuando nosotros estuvimos nos dijeron que estaban amarillos), hay un viñedo, cerca también hay un pueblo que quedó totalmente inundado y desde una represa se puede ver el campanario de una iglesia, que es lo único que quedó visible.
Nosotros visitamos la casa museo de José Nariño, uno de los grandes próceres de la independencia colombiana.
Fue uno de los ideólogos y pensadores de la revolución, estuvo preso 21 años de los 53 que vivió. Primero por haber traducido los Derechos Humanos del francés al español y haberlo distribuido y después lo metieron preso por haber sido uno de los líderes militares contra el ejército español. Peleó en varias batallas y solo perdió en una, que como vio que no tenía chances, se rindió para que su ejercito no sufriera bajas y ahí fue preso de nuevo. Así que aunque no es tan popular, tiene tanta importancia como Bolívar en la historia del país.
Otro de los atractivos del pueblo es la casa de barro. Una casa construida con adobe con una forma muy particular, donde el dueño vivió hasta que se dio cuenta que podía vivir de la gente que quería conocer su casa.
Después de caminar mucho, y tomar una mezcla típica colombiana de cerveza, malta y gaseosa, salimos para la ruta a hacer dedo. Conseguimos un chico en camioneta que nos llevó hasta un pueblo a una hora, de ahí tomamos un bus hasta Bogotá que demoró 3 horas, porque en el medio cruzamos el recital de Metallica y un accidente en la ruta.
El transporte en la ciudad está preparado para que la gente no salga de noche, algunos buses funcionan hasta las 8 y otros hasta las 10 y no hay buenas combinaciones si uno está alejado del centro. Así que con nuestros nervios porque no sabíamos cómo hacer para volver a la casa la hicimos sufrir a Natalí que intentaba ayudarnos y explicarnos como ir. Después de esperar bastante el bus que nos llevaba directo, terminamos haciéndole caso y yendo en un metrobus que nos acercó bastante y al final un taxi. En total terminamos tardando casi 6 horas en volver.
Museo del oro de Bogotá
El último día en Bogotá fuimos a conocer el museo del oro, que no abre los lunes. Como ya hemos visto muchísimos museos en los que hay reliquias de todas las culturas que hemos conocido, no nos asombró tanto lo que encontramos. Pero sí es muy interesante ver y aprender las distintas técnicas que usaban los antiguos orfebres americanos. Supongo que si no hubiéramos visto el museo del Señor del Sipán, nos hubiera fascinado la cantidad de piezas de oro de toda clase y época que se puede encontrar.
También nos gustó una exposición temporal que había, sobre las Molas, una vestimenta típica de una comunidad que vive entre Colombia y Panamá, que usa colores muy llamativos y diseños que son inspirados en un sueño que tuvo una sacerdotisa.
Salimos de ahí y fuimos hasta la casa del Libertador Bolívar, pero en Bogotá todo cierra a las 5 de la tarde porque a las 6 ya oscurece, y nosotros llegamos a las 5:30 y ya estaba cerrado. ¿Se puede buscar una metáfora diciendo que la casa del Libertador estaba cerrada y cercada con alambres electrificado y que hay que pagar entrada?
Al día siguiente continuamos viaje, íbamos hacia Medellín, pero no sabíamos en cuanto tiempo llegaríamos. Al final fue más largo de lo que esperábamos, pero porque en el medio tuvimos una parada técnica obligada, en un hotel con pileta.