A veces en un viaje (como en la vida) se necesita un toque de suerte. Estar en el momento indicado en el lugar correcto es algo que no suele sucedernos.
Que un miembro de la tribu Akha nos reciba por Couchsurfing justo en esa fecha, cuando estaban celebrando el inicio de un nuevo ciclo, o un nuevo año, porque la cosecha comienza a crecer, solo fue suerte, jamás podríamos haber sabido lo que íbamos a vivir en estos días con las tribus de las montañas, al norte de Tailandia.
Este texto se complementa con todo lo que vivimos en el templo donde Dan nos alojó, pero se los cuento en otro post, para que las historias no se roben protagonismo mutuamente.
¿DÓNDE ESTA DAN?
Dan nos aceptó por Couchsurfing y nos dio las coordenadas del templo donde nos alojaríamos, temeroso de que estos occidentales no pudieran cumplir con las reglas de convivencia del templo, las envió varias veces y nos preguntó si estábamos seguros de querer ir; afirmativo, cambio y fuera Dan. Nos dijo que preguntáramos por él al llegar: Dan el secretario.
Llegamos al templo viajando a dedo desde Chiang Rai 👍🏽, y no había rastros de Dan, ni de alguien que hablara inglés. ¿Dónde está Dan? Y los monjes se encogían de hombros y sonreían 🤷🏽♂️.
Recién a la noche, cuando apareció Mai (un monje que hablaba inglés), logramos conectarnos a una red de wifi. En la página de Couchsurfing teníamos como 10 mensajes, Dan estaba muy triste porque pensaba que le habíamos mentido y no habíamos ido. Después de aclarar el panorama, nos dijo que al día siguiente nos buscaría en el templo.
Yo ya tenía un compromiso para el siguiente día, pero muy temprano. Había quedado en acompañar a Mai, bautizado como Mí monje, en su caminata en búsqueda de donaciones.
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PASEANDO ENTRE ARROZALES, ANANÁS Y MERCADOS
🕔 La mañana había empezado temprano, muy temprano, a eso de las 5am para ir a buscar las ofrendas junto con mi monje por una pequeña comunidad donde viven algunos miembros de las tribus de las montañas, hubo un desayuno a las 8 y un almuerzo a las 10. Después de comer, Dan nos presentó al master del templo e hizo de traductor. Eran demasiadas cosas juntas para ir procesándolas, y con Lu vivíamos todo eso con fascinación, como si fuera una película y hubiera un guión donde nos estaban pasando cosas que nunca habíamos vivido.
Nos subimos al jeep de Dan y nos llevó hasta la escuela donde él es profesor de música y a donde asisten chicos de las diferentes tribus de las montañas de Tailandia. Está en uno de los tantos pueblos que salpican las montañas con grupos de casas.
🌄 En el camino, que corta montañas verdes repletas de plantaciones de ananá, té y arrozales, empecé a sospechar que más que mostrarnos a nosotros la zona, nosotros éramos los exhibidos, yo con toda mi blancura y Lu con sus rulos negros éramos una especie rara marchando para ser mostrados a los vecinos que el maestro Akha conocía a la perfección. Dan manejaba muy lento, y paraba en todos los mercados y charlaba con las vendedoras o compraba alguna verdura y seguía. La mejor parada fue con un vendedor de la tribu Hmong. Tenía desde instrumentos musicales hasta ballestas. Cuando le pedimos sacarnos una foto, nos pidió que lo esperáramos un minuto y se puso su traje típico. Era un gran vendedor, sabía lo que los turistas suelen buscar y lo ofreció sin que nosotros se lo pidiéramos.
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UNA ESCUELA DE MONTAÑA
En 5 minutos en la escuela entendimos que los niños son niños sin importar su cultura o dónde han crecido toda su vida. El espíritu lúdico, la batalla como juego, el histeriqueo infantil, la impotencia y el consuelo, son todas cuestiones universales que (manifestadas con distintas herramientas) se pueden encontrar en el patio de cualquier escuela. Había varones persiguiendo nenas y viceversa, un nene golpeaba a otros con un sombrero de cowboy atado a una soga🤠, jugaban a darse pelotazos, las niñas jugaban a saltar el elástico, uno pequeñito lloraba enojado y uno grande lo llevaba hasta su aula, otros competían a ver quién hacía volar más lejos un avión de papel. Ninguno jugaba con un celular.
🎸 Dan sacó su guitarra del jeep y se sentó en un banco; de a poco, a medida que terminaban sus clases, fueron viniendo unas 10 nenas, que se sentaron junto a él. Dan afinó y comenzó a cantar, las niñas lo siguieron y en sus caras estaba toda la colección de emociones: felicidad en una, vergüenza en otra, aburrimiento en alguna.
La escuela era sencilla, con banderas de los 10 países del ASEAN, filminas coloridas con dibujos y palabras en inglés en los pasillos, aulas con afiches coloridos de diversos temas y un patio grande, donde un grupo de alumnos plantaba verduras en su hora de jardinería. Otros aprendían lecciones de boy scout. En una de las aulas había un poster con fotos del rey jugando al fútbol, andando en bicicleta y haciendo otros deportes, todo muy menemista.
El ensayo para el festival del día siguiente terminó cuando los niños tenían que retirarse. Formaron en fila y algunos comenzaron a cantar. Es una oración para los niños cristianos, nos explicó Dan. Muchos chicos vienen de Myanmar, por los conflictos que hay en el país vecino y porque en Tailandia las escuelas son mejores. Muchos de esos chicos son cristianos, ya que hay varias organizaciones católicas que trabajan con las etnias de las montañas, entonces ha crecido el cristianismo entre ellos.
En el camino de regreso Dan nos contó que no le gusta demasiado el rey nuevo, prefería al padre porque recorría todo Tailandia, y porque estuvo casado con una sola mujer, en cambio este es un playboy que ha tenido varios escándalos, aunque Dan también se considera un playboy que tiene varias novias.
Como en el viaje de ida, en el de vuelta detuvo el auto varias veces. En los pueblitos estos, parece que la gente nunca tiene apuro: caminan lento y siempre les sobra tiempo para charlar un rato. La última parada que hizo fue para comprar un montón de bolsas con peces. Me las dio a mí que iba en la parte de atrás del jeep. ¿Qué hago con todos estos animales que van encerrados en una bolsa y no tienen idea de lo que les espera? ¿Para qué quiere tantos peces? ¿Se los comerán? No parecían muy apetecibles.
🐟 Un poco antes de llegar al templo, Dan frenó en la orilla de un lago y me pidió las bolsas, y nos dijo que lo acompañáramos. Abrió varias bolsas y comenzó a liberar los peces, nos contó que una vez por semana suele hacer eso, y nos dio una bolsa a cada uno para que también lo hiciéramos. Se supone que liberar peces trae buena suerte. Es decir que primeros los pescan y después los liberan solo porque se cree que eso trae buen karma. No intentamos entender la lógica detrás de la costumbre, sonreímos a Dan y liberamos los peces mientras Dan nos decía que eso era para la good luck y nos preguntaba: happy?, que era su latiguillo. Happy, le respondimos nosotros, con una sonrisa sincera.
EL FESTIVAL SOLEMNE
Cuando alguien de la tribu Akha te dice que va a presentarse con alumnos en un festival de música en un restaurante de Chiang Rai, no te imaginás que es un salón de eventos decorado como para un casamiento; o por lo menos no fue lo que nosotros imaginamos, por lo tanto nuestra ropa no era la adecuada para la categoría del evento… aunque debo confesar que de todas formas en nuestras mochilas no tenemos prendas mucho mejores.
Dan no nos había explicado nada. Así que no sabíamos si teníamos que pagar o no, y si había que hacerlo, todo ese festín gastronómico estaba claramente muy lejos de nuestro presupuesto. ¿Dónde nos trajiste Dan? Nos preguntábamos, y mirábamos todo con asombro, era el primer evento fino en el que estábamos en nuestro viaje y como mochileros la sensación de estar en algo así, era bastante extraña.
Por suerte, lo único que tuve que pagar fue una birra y encima el mozo me cagó y me cobró de más 😠.
Las nenas subieron al escenario y cantaron vergonzosas al comienzo, pero al ver que la unión de su voces disimulaba las individualidades, se fueron soltando y no defraudaron al maestro. El repertorio era corto, y se repitió un par de veces mientras la gente comía. Las niñas se mostraban tímidas con sus trajes típicos, en un salón intimidante y decorado con solemnidad. En algún momento nos enteramos que era un evento organizado por el gobierno de Chiang Rai, entonces comimos más y nos relajamos. Las niñas se bajaron acompañadas por aplausos tibios y un par de minutos después nos fuimos sin esperar el postre.
FESTIVAL DE AÑO NUEVO DE LAS TRIBUS DE LAS MONTAÑAS
Tal vez lo mejor que nos pasó fue en el festival de año nuevo de las tribus de las montañas. Para estas comunidades que viven al norte de Tailandia, la lluvia indica cuándo comienza la temporada de cosecha, y eso marca el inicio de un nuevo ciclo.
Al primer evento llegamos tarde porque nos movimos al ritmo tranquilo de Dan. Ni para los aplausos llegamos 🤦🏽♀️.
Así que de ahí nos fuimos a otro festival por una ruta que no paraba de subir bordeada de paisajes verdes, y de repente vimos un montón de gente al costado del camino. Había dos escenarios con música, pero para nosotros todo era un gran escenario. La música, los trajes, los bailes, la montaña, los aromas de la comida; todo era parte de un espectáculo que jamás hubiéramos descubierto por nuestra cuenta, porque no existe una boletería para turistas donde ofrezcan esto.
Había una especie de vuelta al mundo manual. Nos subíamos 4 y otros empujábamos y por el peso de las personas cayendo, la rueda giraba. Todo iba bien hasta que una boluda saltó sin avisar, todo se desequilibró y se movió de golpe, yo me asusté y Lu casi se muere del miedo 🤣.
⛈ Después de haber caminado ida y vuelta por todo el festival, se largó a llover y nos obligó a refugiarnos, pero estábamos felices y la lluvia solo se transformó en una excusa para estar juntos y quietos, observando a toda esa gente que celebraba el inicio de un nuevo ciclo, que iba y venía vestidos en unos trajes coloridos, que nos recordaban los trajes de alguna comunidades de que habíamos visto en Bolivia, en Perú y en Colombia.
Cuando terminó la breve y contundente tormenta tropical, decidimos quedarnos quietos frente al escenario de música más tradicional, donde un grupito de unas 10 personas de una de las tribus de las montañas cantaban con emoción unas tonadas largas, profundas, lentas, que salían de gargantas arenosas. Yo miraba a Lu que los filmaba y los escuchaba y sabía que esas gargantas vibrantes la estaban emocionando, y miraba detrás de ellos y veía unas montañas verdes furiosas, vastas, repletas de arrozales, y veía a las nubes pasar al galope dejando estelas brumosas que amenazaban con más lluvias, y me hacía consciente de dónde estábamos y cuán lejos de casa estábamos, y no sé por qué pero pensé en mi familia y me pareció una locura estar ahí, entonces cerré los ojos, me guíe solo por los oídos, escuchar cantar a esa gente en el medio de la montaña fue muy fuerte y las lágrimas se pararon en el borde del precipicio, a punto de caerse.
Todo lo que vimos con Dan después de eso fueron solo extras, como la comida chatarra que comés aunque ya estás lleno. Y esa era nuestra sensación, lo que habíamos vivido esos días nos había dejado llenos: llenos de felicidad, de vida, de nuevas experiencias y de saber que los momentos más magníficos, a veces llegan sin esperarlos.