Un cacho de cultura y la ambigüedad kiwi

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La puerta de entrada a Nueva Zelanda es Auckland, que sin ser la capital kiwi actúa como tal: es en la que están las empresas más grandes, en la que hay más habitantes y por la que pasa todo. Pero si un comando terrorista nos hubiera vendado los ojos, subido a un avión y nos hacían bajar y nos soltaban sin decirnos a dónde nos habían llevado, al bajarnos jamás hubiéramos dicho que estábamos en Nueva Zelanda.

La colonización en Argentina comenzó a intentarse hace unos 500 años y llevamos 200 de independencia (en el resto de América Latina los números no cambian mucho). La mayoría de nuestras civilizaciones nativas fueron masacradas por los españoles y lo que quedaba de vida y cultura fue oprimida en los primeros 150 años de gobiernos nacionales. Pero a pesar de eso podemos hablar de una cultura argentina, nacida de la mixtura de esas casi extintas (excepto en algunas regiones) civilizaciones  y la inmigración multicolorida que fue llegando, y que lo sigue haciendo.

Caminar por las calles de Auckland es hacerlo por la tierra de Ningún Lugar, o podemos intentar otro nombre, tal vez Asia del Sur. Si en América del Sur muchos países están preocupados por los emigrantes venezolanos, me pregunto cómo se sentirían si estuvieran recibiendo una invasión china, que con los millones disponibles van comprando propiedades y desplazando a los habitantes locales hacia pueblos cada vez más lejanos a Auckland y van generando una burbuja que está haciendo crecer los precios de todas las casas.

Vista panorámica de Auckland

Vista panorámica de Auckland

Según los historiadores Nueva Zelanda es uno de los territorios que más tarde fue habitado en la Tierra y calculan que los primeros asentamientos más o menos fijos llegaron entre el 800 y el 1300. Recién hace 250 años comenzó su colonización, y después de varias batallas se dieron cuenta que ni los maoríes podrían ganar, ni los ingleses lo harían, entonces decidieron hacer un pacto de paz. Pero es sabido que los ingleses no son de ceder tan fácilmente, y lo que no se conquista con armas se conquista con opresión de la cultura.

Los maoríes cuentan que tuvieron prohibido usar su arte y hacer sus reuniones tradicionales (wānanga) durante mucho tiempo, y las generaciones más viejas tienen un sentimiento ambiguo, algunos fueron colonizados mentalmente y sienten vergüenza de sus tradiciones y se sienten ingleses; otros, en cambio, están dolidos por ver a los jóvenes maoríes que no se interesan en su propia cultura y no saben hablar su lengua, pero sí saben cómo pedir un combo en el omnipresente McDonald´s.

Una de las mejores formas  de conocer las raíces de una cultura es zambulléndose en su gastronomía. Si uno visita 10 restaurantes de Argentina va a comprender que tenemos raíces españolas e italianas, pero también que las tradiciones criollas lograron sobrevivir. En Auckland, si juntáramos todos los restaurantes en una cuadra, la seguidilla sería: un chino, un chino, otro chino, un kebab turco, otro chino, un Subway, otro turco, un McDondald´s, un mexicano, un koreano, otro chino, un KFC, más chinos, otro turco, un McDonald´s, etc.

Y la estadística gastronómica no es muy diferente a las caras que se ven en las calles, que haciendo cálculos rápidos, diría que muestran esta proporción cada 10 habitantes: 4 asiáticos, 1 turco, 1 indio, 1 backpacker latino, 1 maorí y 2 kiwis. Cada uno hablando su idioma. Con esa proporción no se puede desarrollar algo que se llame cultura nacional, va a ser inevitablemente una cultura cosmopolita, lo que en este caso la mezcla no quiere decir que sea más rica que una cocinada con menos ingredientes.

Volviendo a la gastronomía, el único plato que podríamos llamar típico es el fish and chip, que vino como herencia de Inglaterra. Y acá empezamos a ver lo que separa a los kiwis y maoríes. Los nativos, a diferencia de los kiwis, sí tenían una lengua propia, gastronomía, danzas, cosmovisión, música y arte propio. Los maoríes que se sienten como tales, hablan orgullosos de sus tradiciones y quieren perpetuarlas, y hablar con una persona acerca de sus tradiciones y su cultura, permite definirla.

¿Pero cómo definir a alguien que no tiene tradiciones propias? Ellos se llaman a sí mismos “Kiwis”, ¿pero cómo explicar cómo son los kiwis? Incluso en el símbolo que eligieron ya hay una ambigüedad: ¿qué es un kiwi? ¿Es un animal o es una fruta? ¿Son los habitantes del país o es la moneda que usan y a la que también llaman kiwi? Y como si esa ambigüedad no fuera suficiente, hay un detalle de color que profundiza esa falta de entidad, el kiwi (fruta) es chino y fue introducido en el país en 1904.

Un kiwi en scooter

Un kiwi en scooter

Otra diferencia importante es que los maoríes (los interesados en su tradición) tienen clara su historia moderna y saben cuándo se firmaron los tratados que les otorgaron los derechos, en cambio los kiwis (personas) no tienen tan aceitado el conocimiento acerca de cual es la relación entre Nueva Zelanda e Inglaterra, ni por qué siguen celebrando el cumpleaños de la reina (por si lo quieren celebrar, se festeja en junio), de hecho tienen un feriado por eso, pero no tienen una fecha que celebre su independencia de la madre patria. ¡God save the queen!

La colonización en América y la etapa de la independencia se dieron en momentos donde todavía los cambios eran muy lentos. En cambio en Nueva Zelanda esos mismos eventos se dieron 3 siglos después y el mundo comenzaba a acelerarse, tal vez por eso los kiwis no tuvieron tiempo de desarrollar una cultura propia, la que tenían fue oprimida por el colonizador, que antes que pudiera imponer la suya, se vio inundado de las influencias inmigradas.

De todas formas, no me hagan caso, estas son apenas las primeras impresiones, todavía nos queda mucho tiempo y demasiados kilómetros para sorprendernos y encontrar la respuesta a qué es un kiwi.

 

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