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Cuando planificamos el viaje, el Eje cafetero era una de las zonas que dijimos que no podía faltar. Y valió la pena, tiene muchos pueblos hermosos que hay que conocer. Nosotros fuimos a un par y si nos hubiéramos quedado más, podríamos haber conocido más cosas, pero lamentablemente hay que elegir.
Conseguimos Couchsurfing en Montenegro, no es la primera opción de nadie, pero a colchón prestado no se le miran los resortes (en este caso iba a ser la pinchadura). Así que ese era nuestro destino, hasta que se liberara un par de días después la casa donde se estaban alojando Lau y Nico, los cordobeses que conocimos en Baños. Salimos de Cali temprano y nos fuimos en bus hasta Buga, a un par de horas de distancia, para probar hacer dedo ahí. En ese pueblo aprendimos dos cosas de los colombianos. Primero que son muy malos midiendo distancias. Necesitábamos un lugar donde los autos tuvieran que desacelerar, un flaco me dijo que había un peaje a dos kilómetros, estaba a más de 10. Lo segundo que aprendimos fue que en Colombia todavía tienen muchos miedos producto de todo el terror y violencia con que han convivido durante las últimas décadas. En resumen, después de esperar más de una hora y media que alguien nos levantara, decidimos tomar un bus.
Llegamos a Montenegro a la tarde, buscamos la llave de nuestra casa y nos fuimos a descansar hasta que Jared, el dueño saliera de trabajar del hospital. Antes que llegara ya habíamos tomado un café, y cuando llegó tomamos otro, pero hecho con un método japonés, que es parecido al de las cafeteras italianas de metal, pero son dos esferas de vidrio. Cenamos y fuimos a pasear un poco hasta la plaza. Montenegro no tiene la belleza o arquitectura de otros pueblos de la zona, el único atractivo es el parque del café, al que no fuimos. Volvimos y preparamos otro café para ir a tomar a la terraza, desde donde se veían varios de los pueblos de alrededor. Jared nos contó su increíble experiencia trabajando 6 meses en la selva amazónica, en una comunidad cercana a Leticia. Una hermosa experiencia hasta que tuvieron que llamar un avión sanitario para que los evacuara de urgencia porque les querían pegar por haber curado a un chico que recibió un machetazo en una pelea. Se suponía que no tenían que curarlo sin pedir permiso porque estaba enfrentado con un grupo poderoso dentro de la comunidad. También nos contó lo mal que la pasó en Venezuela, gracias a que la policía lo metió preso y le robó todo lo que llevaba.
Al otro día desayunamos con él y nos fuimos a lo de Ángela y Diego, los anfitriones que nos consiguieron Nico y Lau. La nomenclatura colombiana es bien extraña; tienen calles para un lado y carreras para el otro, y son todas con números. Cuando te dan indicaciones no aclaran si es una cosa o la otra, así que tuvimos que preguntar como 10 veces para llegar a la casa, y sentíamos que todo el tiempo estábamos perdidos, pero íbamos bien. Después de media hora de caminar con las mochilas bajo la lluvia, llegamos. Nos atendió un señor por una ventana y nos dijo que ahí no vivía ninguna Ángela. Esa fue la presentación de Diego, un loco hermoso que siempre habla en broma. Solo estaba “mamando gallo”, como dicen ellos a nuestro “estaba hinchando los huevos”
Armenia es una de las ciudades con mayor desempleo del país. Diego y Ángela sirven de ejemplo. Tuvieron que mudarse por cuestiones de la vida, Diego es economista pero se tuvo que dedicar a enseñar y Ángela después de muchos años de trabajar, quedó sin empleo hace más de un año. La problemática es evidente en la población, se ven muchísimas personas pidiendo y viviendo en la calle. También tiene los peores índices de prostitución infantil.
Conocimos el centro en la primera tarde. Es bastante simple, con una extraña iglesia triangular, con un gran sector comercial y un par de cuadras dónde se pueden comprar artesanías y recuerdos o productos relacionados con el café.
Otro personaje importante en nuestra estadía en Armenia es Marta Inés (o Martinez como le dice Diego). Fue la novia de la juventud de Diego, y ahora es la mejor amiga de Ángela y Diego. Con ella y Ángela fuimos a conocer Filandia, uno de los pueblitos pintorescos que hay en la región. La plaza está rodeada de cafés y bares con estilo colonial, pintados de muy diversas formas y colores. Caminamos y vimos que el resto de las calles lucían el mismo estilo. Todo el pueblo, a pesar de haber sufrido cambios por el turismo, todavía respira la tranquilidad de los pequeños pueblitos del interior, con el andar lento y la sonrisa de la gente.
Entramos a un taller de artesanos que trabajan con mimbre. Además de tener unas cosas preciosas y unos muebles muy elaborados, estaban haciendo los adornos navideños para un shopping, porque de algo hay que vivir.
Luego fuimos hasta un pequeño mirador a sacar un par de fotos y de ahí nos fuimos a un gran mirador a sacar más fotos. Desde este mirador se podían ver todos los pueblos que rodean Filandia y el valle super verde donde está.
Qué hacer en el Eje cafetero
Pasear por Filandia: Además de recorrer sus calles y ver sus hermosas casas, se puede entrar a los talleres de artesanos. También se puede ir al mirador y se puede tomar un café frente a la plaza.
Visitar Salento: Este pueblito también genera encanto por sus bellas calles. Además se pueden hacer tours por fincas cafeteras y se puede ir al Valle de Cocora.
Conocer el Parque del café en Montenegro.
Mariposario en Calarcá
Al día siguiente fuimos a Salento a encontrarnos con Lau y Nico para ir a hacer un trekking por el Valle del Cocora. Junto a Sol, una rosarina que ellos habían conocido en su recorrido y un español que estaba parando en su mismo hostel, tomamos un jeep que nos llevó hasta el inicio del camino por el valle. Como había llovido, el camino estaba bastante embarrado, así que había que ir con cuidado. La mayor parte del camino íbamos por una especie de bosque, era bonito, pero la sensación era que es un lugar que lo disfruta más quien todavía no caminado por tantos paisajes boscosos o selváticos. Aunque me gustaba, no me impresionaba, sin embargo al resto del grupo le gustó más. La última etapa del recorrido sí fue muy linda, a pesar de la lluvia que molestaba. Se llega a un punto desde donde se puede ver bien el fondo del valle y las palmeras altísimas que lo habitan, junto a algunas vaquitas que andan pastando.
Cuando terminamos la travesía, volvimos a Salento y fuimos a merendar al hostel de los chicos. Lo poco que conocimos de Salento nos pareció muy bonito, tiene el mismo estilo colonial y pintoresco que Filandia, pero es más pequeño.
En la casa de Ángela y Diego seguían apareciendo personajes y seguíamos siendo testigos de la solidaridad y amabilidad que brindan esos colombianos. Uno de los locos lindos que conocimos es Julián, un colombiano que desea ser argentino. Hincha por la selección de Argentina, habla de los argentinos en primera persona y todas las noches escucha tangos. Otra de las personas que paseaban por la casa era Higuita, no el legendario arquero, si no un ex alumno de Diego, que va a la casa a charlar, y los viernes usa la moto de Diego. Y el personaje que más nos ayudó fue Jonny, un abogado que nos ayudó con un trámite que necesitaba Lu sin cobrarnos un peso. Así que después, como un gesto, le regalamos un agua ardiente que nos dineron que era su preferida.
El día anterior a que nos fuéramos llegaron 5 argentinos. Un par ya habían pasado por la casa y habían generado una relación tan cálida con Diego y Ángela que después de recorrer Colombia decidieron regresar hasta Armenia para estar con ellos unos días antes de volverse para nuestro país. Eran 5 hippies de veinti tantos años, que le preocupaban a Ángela, porque ella pensaba en qué momento van a sentar cabeza y hasta cuando van a vivir de cantar en los bares o hacer malabares en los semáforos.
El último día en Armenia nos llevaron a conocer la finca de Marta Inés. Un lugar super encantador. La casa tiene un estilo antiguo, con muchas habitaciones y una galería que la rodea completamente. El patio está lleno de plantas, pero distribuidas tan bien y tan cuidadas, que hacen que uno ame ese patio, en el que se mezclan árboles frutales, con plantas ornamentales y orquídeas.
No podían faltar los perros, que a donde vamos nos alegran y nos hacen extrañar a nuestro negro. Nos hicieron un recorrido por la plantación de café, vimos las plantas de cacao y plátanos. Para devolver un poco de todo lo que nos habían dado, les preparamos una picada con una buena variedad de platos, que disfrutamos entre todos, incluido Lucas, uno de los hippies que Ángela adoptó como un hijo. Ahí hicimos degustación de un par de vasos de ron, a los que sumaríamos un par más al llegar a la casa de Diego y Ángela de vuelta.
El lugar nos gustó tanto y nos sentimos tan cómodos y felices, que cuando había que subirse al auto para ir a la casa de nuestros anfitriones, para agarrar nuestras mochilas e ir a la terminal, Lu no se quería subir al auto.
Algunos precios
Pasaje Armenia-Montenegro: 2.100
Pasaje Armenia-Salento: 4.200
Jeep Salento-Cocora: 3.600
Pasaje Armenia-Bogotá: Entre 30.000 y 40.000 (en Colombia todo es negociable, pero tengan en cuenta si es temporada alta o baja y nos avisaron que los precios iban a subir).
Pasaje Cali-Armenia: 35.000
Almuerzos: Desde: 9.000
Como el viaje es largo y todavía faltaba mucho por conocer, aunque nos sentíamos como en familia, tuvimos que partir a nuestro siguiente destino, Bogotá, donde nos esperaba mi primo de Argentina.
2 comentarios
Visitar el eje cafetero es una actividad que debes hacer cuando visites Colombia, sus paisajes y naturaleza te encantarán,
Si! Es uno de los paisajes más lindos de Colombia