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Tuvimos la suerte de llegar justo para el día de la independencia, así que pudimos ver muchos eventos en la ciudad más poblada de Ecuador y disfrutamos de los parques públicos, gratuitos y repletos de animales. También caminamos muchísimo por el malecón y toda la zona, hasta conocer el barrio de Las Peñas, con sus callecitas pintorescas y artísticas.
Para salir de Cuenca hicimos dedo desde la ruta que va por el parque nacional Cajas, no tuvimos que esperar ni 5 minutos para que nos levantara un camioncito. Como iba lleno, fuimos adelante con las mochilas encima nuestro, entonces por ir incómodos no nos dimos cuenta de ponernos el cinturón, hasta el primer control policial. Le querían poner una multa al chofer así que nos bajamos y entre los 3 le lloramos y logramos convencer al policía que lo perdonaran. Acá son bastante estrictos con las leyes de tránsito. Una falta grave, como tener alcohol en sangre, puede significar una multa, la quita de puntos en la licencia, retención del carro y como mínimo 3 días de cárcel.
En la segunda etapa a dedo nos llevó un chico que era chofer de una empresa y estaba yendo en la camioneta a buscar a sus jefes. Era súper educado y fuimos hablando de muchos temas. Paramos en Puerto Inca a almorzar y nos invitó una sopa de pescado. Después de almorzar seguimos viaje y nos contó una de las historias más fuertes que escuchamos hasta ahora. Tiene 24 años y dos hijos. Estuvo metido en la heroína y se recuperó. Fue parte de una de las dos bandas criminales más jodidas de Guayaquil y se fue a vivir a Cuenca porque lo buscaban para matarlo porque le había robado a la hermana de un capo de la otra banda. Él asegura que Dios le dio una segunda oportunidad y él la supo aprovechar.
Visitando una tía en Cuenca conoció a la que ahora es su esposa y ella lo ayudó a rehabilitarse. Le costó 3 meses dejar de sentir dolores en los huesos y un año dejar de tener ganas de volver a drogarse. Y hoy vive para su mujer y sus hijos y cuando ve a sus antiguos amigos puede decirles que no cuando le ofrecen droga. Nos dijo que no nos contó todo eso antes porque si no, no le íbamos a aceptar el almuerzo.
Llegamos a la tarde a la casa donde nos hospedaríamos, así que ese día no hicimos nada. Al día siguiente fuimos hasta el centro en bus. Guayaquil es una ciudad muy grande, así que es difícil conocerla caminando como hicimos en la mayoría de los lugares que visitamos. Por lo tanto conocimos algunas cosas puntuales moviéndonos en bus, que salen 30 o 35 centavos de dólar, dependiendo el recorrido. Nos bajamos y caminamos hasta la catedral, que solo la miramos de afuera y de ahí seguimos hasta el parque Seminario, donde hay muchas tortugas, peces e iguanas.
Luego del parque caminamos hasta el malecón 2000, que es la costanera del río y es la zona de mayor afluencia de gente. Está todo concesionado, por lo que hay un shopping, patios de comida, heladerías y muchos policías custodiando que no entren vendedores ambulantes. Era 8 de octubre y el 9 es el día de la independencia en Guayaquil, así que había varios eventos. Nosotros primero caminamos para una punta hasta llegar a un mercado de artesanías donde vimos muchas cosas muy lindas, que si estuviéramos en un viaje donde pudiéramos gastar y tuviéramos lugar en la mochila, hubiéramos comprado varias cosas.
Después caminamos para la otra punta del malecón, entre miles y miles de personas, hasta llegar al barrio de Las Peñas.
Tiene una calle con casas recuperadas y mantenidas por el ministerio de cultura (aunque vimos algunos reclamos por falta de pago por parte del ministerio), hay varios artesanos vendiendo sus trabajos, algunos pintores exponiendo y una feria de artesanías. El barrio está encima de un cerro y tiene la imagen de la típica postal de casas coloridas, una encima de la otra. Recorrimos la parte turística y seguimos caminando, llegamos hasta unos edificios enormes y modernos y desde ahí se veía la espalda del barrio Las Peñas, que no tiene una imagen tan turística y las casas ya no se ven coloridas.
Antes del barrio Las Peñas encontramos un concurso de arte al aire libre, así que había decenas de pintores haciendo sus obras en vivo.
También había una exposición de perros y una feria de cultura y turismo, así que aprovechamos para buscar información de algunos lugares a dónde podíamos ir. Luego de recorrer todo eso, volvimos para la casa.
Una de las cosas que nos llamó la atención en Guayaquil fue que la gente era muy poco amable. Si quieren pasar no piden permiso y si te chocan no te piden disculpas y si vos los chocas y le pedís disculpas te miran mal y no te responden nada. También sentimos que el ecuatoriano no tiene tanto interés como el peruano en compartir. Los anfitriones que tuvimos en Cuenca, Guayaquil y Baños casi no compartieron tiempo con nosotros y solo lo hicieron si nosotros sugeríamos comer juntos, algo que también nos pasó con algunos peruanos, pero no era lo normal, ya que con la mayoría compartimos bastante.
Otro de los atractivos que conocimos en Guayaquil fue el Parque Histórico. Es un parque enorme donde se puede conocer una gran variedad de animales autóctonos. La diferencia con un zoológico es que están en lugares amplios y cómodos, similares a sus hábitats naturales.
Además se puede ver la flora de las diferentes regiones del país, como selva húmeda o los manglares. También tienen una linda variedad de aves y hay una granja urbana para que la gente aprenda lo que puede hacer en su casa con poco espacio.
Otra cosa interesante es que llevaron casas enteras que estaban ubicadas en otras zonas de la ciudad y que se estaban viniendo abajo, las recuperaron y las pusieron todas juntas para representar cómo eran las casas de comienzos del siglo XX.
Después de haber recorrido todo eso, vimos un show de unos humoristas que están todos los fines de semana en el parque. Todo lo que se ve en el parque es gratuito y hay varios restaurantes.
El último día intentamos vender empanadas, pero no nos fue tan bien como en Arequipa. Es difícil encontrar una razón, supongo que influye el hecho de que acá venden y entonces no era una novedad como en Perú. Lo que si podemos decir, es que intentando vender confirmamos la sensación que habíamos tenido acerca de que la gente es muy poco amable.
Al día siguiente tomamos un bus para salir de la ciudad y después hicimos dedo hasta Ambato, para poder llegar a Baños. Por fin llegaríamos al lugar donde queríamos ir cuando fuimos a Cuenca, y no solo conociéramos grandes atractivos turísticos, también haríamos nuevos amigos.