Isla del sol: El origen de los incas

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Itinerario Sudamérica

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Nos levantamos a las 7 de la mañana, habíamos dejado lista nuestra mochilita para no perder tiempo, ya que nos esperaba una caminata de 45 minutos hasta el centro. Las mochilas grandes se las dejamos encargadas a María.

Todas las agencias de viaje salen a la Isla del Sol a las 8:30 y cobran lo mismo, pasaje solo de ida 20, ida y vuelta en el mismo día 30. Nosotros queríamos pasar una noche en la isla para poder vivir la experiencia de ver el lago y el atardecer desde el otro lado. Así que solo sacamos el boleto de ida hacia el lado norte.

El viaje arranco divertido porque lo compartimos con 3 sanjuaninos que ya habían estado en Huaraz y fuimos charlando bastante. Estaba nublado, así que en el medio del lago el viento frío se sentía más frío todavía. La parte más divertida es cuando pasa por una parte bastante estrecha, moviéndose a unos 50 cenitimetros de unas rocas. Encima del frio que teníamos, van regulando el motor, así que avanzan bastante lento y el viaje se hace re largo. Primero hace una parada en la parte sur de la isla, para que desembarquen los que se quieren quedar ahí, luego hace una para en el centro de la isla y por fin llegó al norte. En total estuvimos dos horas arriba de la lancha. La primera hora se disfruta, se contempla el paisaje con asombro, pero la segunda hora no ves la hora de que llegue a la isla.

Apenas nos bajamos un nativo de la isla nos pescó a todos los del barco para que lo siguiéramos, que nos iba a dar información de la isla. En el lado norte se pagan 10 Bs como derecho al ingreso, eso incluye entrada al museo y a un par de sitios arqueológicos. Aparte, el guía cobra otros diez. Valía la pena porque conoce mucho de su cultura y sabe explicar. Nos contó que el 90% de los ingresos provienen de la pesca y el 4% del turismo, el resto no me acuerdo. Pero en realidad son todos pescadores, y rotan las actividades y, por ejemplo, a él le toca ser guía una vez al mes. Esa es otra de las razones por las que a veces no trabajan con la mejor cara, esa metodología de trabajo es una decisión comunitaria a la cual no pueden negarse, entonces a veces les toca cumplir roles que nos les gusta.

Nos dio una explicación rápida en el museo y arrancamos a caminar. Primero paramos en una de zona de terrazas andinas, o andenes, que es lo que los nativos preincas usaban para poder cosechar en la montaña. Había un grupo de británicos que no entendían ni una palabra de español y se dedicaban a hablar mientras el guía intentaba explicar, como pensó que igual le iban a pagar a él no le importaba que ellos no escucharan. De onda les pregunté si entendían algo y como me dijeron que no, les hice un resumen con mi inglés  de modulación chaqueña, pensando que les interesaba el tema. Pero después demostraron que no les interesaba aprender y solo estaban ahí para la foto, porque siguieron en la suya. En el barco de vuelta nos contó uno del grupo que en dos meses habían visto todo Centro América y Perú, que iban dos días a cada lugar, demostrando que hay muchas formas de hacer turismo.

La isla en la época inca era el centro de muchas ceremonias para toda la comunidad andina, ya que se cree que ahí nacieron los  fundadores del imperio inca, Manco Cápac y Mama Ocllo . Nuestro recorrido siguió con la caminata en subida, y llegamos a donde estaba antiguamente la puerta, aqui se hacia una seleccion. Un sacerdote se paraba frente a la puerta y hacia que los peregrinos tomaran un puñado de hojas de coca y extendieran la palma, si había mas hojas del lado verde, era porque ese peregrino tenia fe y lo dejaban pasar a ver a los chamanes, y si había más lados blancos era porque no tenia fe en los dioses y tenía que volverse por un camino diferente del que se usaba para llegar. O por lo menos eso nos contó Juan, nuestro guía. De ahí  se sigue camino hasta la piedra ceremonial. Alrededor de la piedra se reunían 12 chamanes o sacerdotes de distintos puntos del imperio y discutían sobre el año que habían tenido y como veían la próxima temporada. Juan nos dijo que los sacerdotes eran elegidos naturalmente, cuando un rayo les caía encima o cerca, inmediatamente eran considerados sacerdotes. A nuestro guia hace unos años le cayó  muy cerca un rayo, asi que era conciderado sacerdote. Nos contó  que lo convocaban de varios lugares para oficiar las ofrendas a la pachamama o ceremonias con San pedro o ayaguasca.

Frente a la piedra ceremonial, hay una roca llamada la “Piedra del puma”, se supone que se ve la figura de un puma y que desde el ojo de ese puma surgieron los fundadores del imperio inca.

Después entramos a una casa reconstruida con estilo preinca. Ahí termina el recorrido por el norte. La mayoría de la gente decidió hacer la caminata hasta el sur. A nosotros nos dijeron que no se ve demasiado en el camino, que tiene unos 4 kilómetros y el día anterior ya habíamos caminado bastante hasta Sicuani. Así que volvimos hasta el barco para que nos llevara hasta el lado sur. Nosotros habíamos comprado solo la ida, así que no sabíamos si nos iban a dejar volver hasta el sur o no, así que por las dudas nos metimos en la lancha sin preguntar.

La isla tiene solo 10 Km de largo y 5 de ancho. A pesar de su pequeño tamaño conviven 5 comunidades diferentes. Tardó como una hora en llegar al otro extremo de la isla, lo más lindo de ese tramo del viaje fue la vista de la Cordillera Real de los Andes, con su cima nevada.

Desembarcamos y vimos la escalera que nos esperaba para ir al pueblo de la zona sur. Se llama la escalera del inca y tiene más de 500 escalones. Aunque caminar en calles horizontales  no nos cansa, hacer un esfuerzo superior en la altura agita muchísimo, y subir una escalera así de grande fue un esfuerzo gigante. Encima, terminamos de subirla y vimos que para buscar alojamiento había que seguir subiendo por algunos caminitos. Contrario al consejo de Homero, aceptamos la primera oferta. Nos ofrecieron una habitación doble con vista al lago por 60 Bs, sabíamos que no íbamos a encontrar mucho menos que eso, así que nos quedamos. Después de dejar las cosas y recuperar el aliento, fuimos a buscar donde comer. Justo ese día había habido reunión de la comunidad así que como la mayoría había ido, los restaurantes estaban cerrados. Una chica que era una empresaria multifacética, nos atendió en su kiosko y si queríamos comer iba a abrir el restaurante. Así que nos hizo una trucha a la plancha, obviamente acompañada con papas y arroz. Hay que destacar que en Bolivia la gastronomía no es destacada y no tienen mucha variedad de platos, pero hacen unas papas fritas buenísimas.

Volvimos al hotel a buscar abrigo y nos fuimos a un mirador, primero llegamos al techo de un restaurante desde donde había una buena vista y después seguimos al mirador, para esperar el atardecer. Parece que es temporada alta de europeos, porque hay mucho turismo de aquella zona, y ese día en especial había de Francia e Italia. El atardecer no fue tan espectacular porque estaba nublado, pero la vista desde ese lugar es fantástica. Se puede ver Perú, la Isla de la Luna, Copacabana y buena parte de la propia isla, con las diferentes comunidades que viven ahí. Lo mismo que nos pasó en Uyuni con la inmensidad del salar, sentimos desde el mirador, ver que no podes encontrar a donde termina el lago por el tamaño gigante que tiene y que parece un mar, ver las montañas que lo rodean y ver toda a naturaleza en su máxima expresión, nos hacía sentir muy chiquitos y rodeados de algo tan especial y único que sin darte cuenta te quedás mirándolo con una sonrisa de admiración.

La isla de la Luna también se puede visitar, pero nosotros preferimos no ir, y ahorrar el costo para usarlo en alguna otra parte. Es pequeña, se dice que en la época inca se usaba como residencias de las vírgenes escogidas, que podían ser esposas de emperador inca, o podían ser usadas para un sacrificio. Por lo que nos contaron, solo se sacrificaba una mujer y una sola vez por año.

La isla del Sol no tiene alumbrado púbico, así que es necesario tener una linterna para moverse de noche. Volvimos desde el mirador preguntando precios en los restaurantes para ver a donde íbamos a la noche. Después de bañarnos con una ducha apenas tibia en un baño con una puerta corta que dejaba pasar el viento helado por abajo, nos cambiamos y salimos a comer. Nos llamaba la atención la poca cantidad de turistas, y el dueño de la pizzería donde comimos, nos explicaba que a quienes viven del turismo los ha perjudicado mucho tanto el bloqueo de los mineros que no dejan pasar gente desde La Paz, como el bloqueo que hacían algunas comunidades que cortaban el acceso que llega desde Perú.

Al día siguiente la lancha con rumbo a Copacabana salió a las 8 de la mañana. Así que tuvimos tiempo de sacar unas buenas fotos del amanecer.

Cuando llegamos a Copacabana fuimos a comprar pasajes a Arequipa y después de una fuerte negociación de Lu, conseguimos que nos dejaran a 80 Bs cada uno, y con eso ya nos hacía falta volver a sacar bolivianos. Buscamos nuestras mochilas en o de María, nos despedimos del lago y nos fuimos con rumbo a Perú y a nuevas experiencias.

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