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Íbamos al Lago Titicaca en busca de armonía y de relajarnos un poco, pero llegar no sería una tarea fácil.
Salimos de Sucre a las 19:30 con destino a la Paz, y con el objetivo de llegar antes que iniciaran los bloqueos. Nos esperaban 12 horas de viaje en un bus sin baño. tenían una parada programada en un pueblo, pero como iban atrasados, no quisieron parar así que hubo que gritarle para que frenara y todo el mundo fue a hacer lo que tenia que hacer al campito.
La imagen de La Paz desde el bus era caótica. Autos por todos lados, bocinazos constantes, casas una arriba de otra y los pasajeros del bus diciéndonos que tengamos cuidado de bajarnos en El Alto, porque esta lleno de peruanos que se dedican a robar. Nos bajamos en la estación de buses de La Paz para tomar el bus hasta Copacabana. Dentro del presupuesto que hay que tener en cuenta para atravesar Bolivia, está el costo de los baños y el permiso de uso de las terminales de buses, algo que en Argentina no estamos acostumbrados a pagar, y que en Perú también se cobra en algunas terminales.
Aprovecho para aclarar una cuestión diplomática, la capital boliviana es Sucre, es capital constitucional, pero en una guerra civil que hubo entre 1898 y 1901, que ganaron los liberales, se decidió que se cambiara la sede de gobierno a La Paz.
Desde ahí tuvimos 4 horas mas de viaje, incluyendo un ferry.
Ya teníamos alojamiento, en la casa de María, una anfitriona de Couchsurfing que vive en una zona rural de Copacapaba que queda a una hora caminando desde el centro. Después de 16 horas de viaje y una hora de caminata con la mochila, estábamos tan cansados que ese día no salimos a recorrer nada. Solo disfrutamos de la vista preciosa del lago que hay desde la casa de María.
Se había mudado a esa casa hacía 2 semanas, y el lugar habia estado deshabitado por 5 años. Así que cuando llegamos, después de dejarnos descansar un rato, nos pidió que la ayudáramos a acomodar la habitación donde dormiríamos. La pieza estaba repleta de cosas de los dueños que le prestaban la casa a cambio de que se la fuera arreglando. Entre esas cosas rescaté un tesoro, un libro llamado Ollanta, que es un drama teatral inca, que se transmitió de boca en boca hasta que un español lo transformó en obra escrita y se lo hacen estudiar en la escuela a los chicos bolivianos.
Nuestra anfitriona después de algunos viajes místicos y muy espirituales que vivió, considera que está en este mundo para ser guardiana y protectora, y asegura que vive de lo que el lago disponga para ella, y así nunca le falta nada. También nos contó que su nombre se lo había puesto Dios a través de unos gitanos que le robaron en la Argentina. La primera noche de nuestra estadía nos convertimos en un instrumento del lago y compartimos una lata de picadillo con unos panes con Lu y María. La casa todavía no tenía ni luz eléctrica ni gas, y en la zona no abundan las luces, así que es un lugar ideal para quedarse mirando las estrellas.
El segundo día en Copacabana, salimos a caminar para conocer un poco el pueblo. Todo el turismo argento que no habíamos visto hasta el momento, floreció acá. No solo como turistas, si no también trabajando, jalando gente para los restaurantes, vendiendo comida vegana o como chófer llevando viajeros de Europa. A diferencia de Potosí o Sucre, el centro de Copacabana es netamente turístico, a pesar de eso los precios son más bajos que en Sucre.
Nos llamaba la atención que a pesar de que creíamos que el turismo aporta mucho dinero a la economía de la región, el turista no es muy bien tratado. María nos explicaría después que hay mucha gente que no quiere que su pueblo se llene de extranjeros, que cambian su lugar, su naturaleza y su cultura. Muchas comunidades tienen prohibido vender tierras a extranjeros. Para poder vivir en alguna comunidad, tienes que ser amigo de alguien de la comunidad. Otra cosa que nos explicó María, y que ya nos habían explicado en Sucre, es que una de los aspectos que se rescata del gobierno de Evo es que volvió a darle lugares de importancia a los indígenas y campesinos, que siempre habían estado relegados. Hoy se los puede ver trabajar en un banco o en un puesto gubernamental, algo que hace unos años no pasaba.
Algunas de las situaciones que nos llamaban la atención y que demuestran que no les importa si el turista está contento o no: Quisimos comprar 6 panes para hacer unos sandwiches, hacen 2 tipos de panes y todos quieren el que es más lindo pero cuando pedimos 6 iguales, la vendedora puso 3 y 3, y al decirle que no queríamos así, vació la bolsa y no nos habló más. Después nos explicaban que el otro tipo de pan la gente suele no quererlo y al final del día sobra, entonces nos queda pendiente la pregunta ¿para que lo hacen? Venden tutucas (se llaman pasancallas) y son de otra clase de maíz en bolsas gigantes de 10 bolivianos, y en bolsas menos gigantes por 5, y si les pedís que te vendan por 2 se enojan y no te venden nada.
En el pueblo hay dos grandes montañas, que de acuerdo a la cosmovisión andina, siempre que hay dos montañas son marido y mujer, y hay una tercera más baja, que se considera que es la wawa de las otras dos. Ese día subimos la wawa, que los españoles llamaron “Horca del Inca”, pero que en realidad era un centro de observación astronómica. Un lugar ideal para ver el atardecer.
A la noche tuvimos nueva compañía en nuestra habitación, llegaron una española y una colombiana. María aprovechó la tormenta que había afuera para ir a agradecer a los vientos y a la lluvia e increíblemente en ese momento la tormenta se intensificó y la colombiana se cagó en las patas. Después María nos contó un par de leyendas del lago Titicaca, a la luz de una vela. Lo que ella nos contó no coincide con la leyenda que leo en internet, pero su versión es mas poética y me gusta más, así que trato de reproducir la que nos contó María. Dice la leyenda que el Dios creador del universo, Viracocha estaba preocupado porque los hombres estaban cayendo en los vicios y pensaba visitar la Tierra para enseñarle a los hombres como vivir en paz, pero el diablo le dijo que los hombres no tenían arreglo y que debía destruir la raza, que era de gigantes. Apostaron que Viracocha podía hacer que lo escucharan, si era así, el diablo no podía meterse mas en la dirección del mundo y si los hombres no lo escuchaban, era Viracocha el que no podría dirigir mas los destinos de los seres y tenia que desaparecer. Viracocha mandó un enviado que trataba de disciplinar a los hombres pero estos se rieron de él y lo golpearon. Viracocha tuvo que aceptar su derrota y el diablo envió un diluvio que destruyó a esa antigua humanidad compuesta de gigantes. El derrotado se transformó en un río y viajó hasta transformarse en una de las lagunas que está en el salar de Uyuni y el diablo lo rodeó de sal para que nunca pudiera escapar, o por lo menos hasta que los hombres aprendieran a vivir en paz. El diablo creo una nueva raza de hombres pero más pequeños para que fueran más fácil de manejar. Nosotros seríamos esa nueva raza.
El tercer día salimos a hacer un trekking que es muy poco conocido, ya que la mayoría de los turistas llega a Copacabana, va a la isla del sol y después sigue viaje. La caminata arranca por el camino que bordea el lago y se puede llegar hasta el pueblo llamado Yampupata, desde el centro de Copacabana son 17 km, desde la casa de María es un poco menos. Se van atravesando algunos pueblitos que se dedican a la agricultura y a la pesca, como dicen Les Luthiers, tienen una economía agropescuaria.
Caminamos un par de kilómetros y cuando venía un auto hicimos dedo. Prevenidos que en Bolivia si alguien te lleva te quiere cobrar, le preguntamos y nos dijeron que no nos iban a cobrar, sorprendidos por el ataque de amabilidad le preguntamos de donde eran, y eran peruanos. Así como nosotros practicamos el turismo burocrático/administrativo, ellos hacen turismo santoral. En septiembre viajan a venerar una virgen en una región de Perú y en agosto viajan a Copacabana para venerar la virgen de Lourdes, así que nos llevaron un par de kilómetros hasta el santuario de la virgen. De ahí seguimos caminando. Pasamos por Titicachi. Titi = Puma, Cachi = Descanso. Dicen que los pumas bajaban a descansar a la orilla del lago en ese pueblo.
Seguimos la caminata hasta Sicuani, un pueblito de 40 habitantes, donde nos dijeron que había tiendas para poder comprar algo para comer, pero encontramos solo un kiosco semi abandonado en el que solo pudimos comprar un paquete de galletas.
Estábamos caminando para buscar una sombra para sentarnos a comer nuestras galletas y nos cortó el paso Don Hilario, el mejor vendedor de todo Bolivia. Don Hilario antes se dedicaba a hacer excursiones con turistas, nos contó todos sus méritos y su colección de postales enviadas por ex clientes. Nos ofreció cruzarnos hasta las ruinas de Patapatani, por lo que nosotros consideráramos justo. Le dijimos que lo pensaríamos pero que nos interesaba más que nos vendiera comida, así que fue a hablar con su mujer para ver que nos podía preparar, y al rato volvió pidiendo que esperáramos.
Mientras aguardábamos el almuerzo, nos contó que antes iban mas turistas, y que ellos tienen habitaciones para hospedarse ahí y que también crían truchas, que cada tanto cuando van turistas, ellos le cocinan sus propias truchas. Como nosotros habíamos llegado sin que nos esperaran, no tenían trucha pero la mujer nos cocinó un arroz, con huevos fritos anaranjados (las gallinas que nos rodeaban nos miraban con odio, como si supieran que nos estábamos comiendo algo que les pertenecía), papas fritas y tomate. Mientras comíamos ellos desataban una de las redes que usan para pescar. Cuando terminamos de comer, le pedimos si podíamos probar una fruta que tenia uno de los arboles que poblaban el patio, la fruta se llama tumbo y es deliciosa.
Luego, salimos en una de las lanchas que Don Hilario tiene a la espera de turistas que ya no llegan. Cruzamos el lago Titicaca en diagonal, hasta el pie de unas escaleras que Don Hilario sube sin dificultad, y que a nosotros nos llevó como 3 descansos. Primero bajamos hasta una caverna donde dicen que el Inca se escondía cuando llegaban los españoles.
Luego volvimos a subir. Cruzamos unas formas raras en unas piedras, que la leyenda dice que es un mapa inca de una ciudad sumergida en el fondo del Lago Titicaca, que algunos aseguran que es la Atlántida que describía Platón. Desde la cima de ese cordón montañoso que está en mitad del lago, se tiene una vista espectacular. Se puede ver Copacabana, la Isla del Sol, Perú y unas islas cercanas a Puno. ¿ Te imaginás ser un vigía inca observando si viene un enemigo y contemplando ese espectáculo magnífico que los dioses te regalaron?
Después de tirar varias piedras para ver si llegábamos al lago (algo imposible de evitar hacer), emprendimos el regreso, ya que nos quedaba la caminata hasta nuestro hospedaje.
Empezamos a caminar y le pedimos un favor al lago, que nos mandara un taxi. Algunos metros más adelante encontramos un taxi estacionado en una casa, fuimos a golpear las manos para preguntarle si podía llevarnos hasta Copacabana, pero no nos atendió nadie. Entonces recordamos que María nos había dicho que con el lago hay que ser muy específico. Así que repetimos el pedido, pero agregamos el requisito que el taxi tenía que andar. No pasaron ni dos minutos y apareció un taxi andando, pero en la dirección contraria a la que necesitábamos. La tercera es la vencida, pedimos que anduviera y que fuera en dirección a Copacabana y, ya que estábamos, que fuera barato. Esta vez el lago entendió a la perfección el pedido y mandó una combi que nos llevó hasta nuestro destino por 10 Bs cada uno.
Al que quiera ver algo diferente, le recomiendo que haga el trekking y que busque a Don Hilario, es una linda forma de conocer un poco de la cultura regional, vayan y sean curiosos, traten de charlar con él y su esposa y coman su comida.
Al día siguiente salimos para la Isla del Sol, la culpable de esa canción pegadiza con que El Símbolo nos quemó la cabeza durante algún verano noventoso.
La experiencia en la isla se las cuento en otro post, así este no queda tan largo.
2 comentarios
Me gustó mucho el blog… Sigue contándonos tus aventuras ✌🏻
Muchas gracias! Saluldos