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Esta es una de las ciudades más modernas de Colombia. Los paisas, como se conocen a los habitantes de Medellín, están orgullosos de ser los más amables del país y de tener el sistema de transporte que se tomó como modelo para otras grandes ciudades; tiene varios parques y muy buenas vistas de los diferentes cerros que están cubiertos de enormes edificios. En un par de días conocimos algunos de sus atractivos, y nos quedaron varios por conocer.
Fuimos desde Bogotá hasta Santa Rosa de Osos y conseguimos un camión que iba directo a Medellín. Es una de las rutas más complicadas del país debido a que tiene muchas subidas y bajadas y durante nuestra estadía en Colombia escuchamos varias veces que habían tenido que cortarla por la caída de aludes, algunos de los cuales provocaron varios muertos.
En tantas horas de viaje pude formular la LEY DE MURPHY#1 PARA HACER DEDO: “Cuanto más metros sobre el nivel del mar debas subir en tu viaje, más cargado viajará tu camión”.
Como ya había habido un alud, habían habilitado una vía alternativa, pero esa también quedó bloqueada, así que cuando estabamos llegando el camionero tuvo que llamar para saber si ibamos a poder pasar o no. Era un viaje largo y el camión iba cargado con 34 toneladas de harina para animales. Acá descubrimos la LEY DE MURPHY #2 PARA HACER DEDO: “Cuanto más generoso sea tu camionero, más pesada será su carga y más lento su camión”.
A unos 70 kilómetros de Medellín el chofer nos dijo que solo se podía pasar la zona del alud hasta las 10 y ya eran las 9, y no íbamos a llegar a tiempo, así que iba a hacer noche en un hotel, si queríamos nos pagaba la noche. Viendo que a esa hora iba a ser imposible hacer dedo, aceptamos su propuesta. El hotel era baratísimo pero estaba muy bueno. Tenía una pileta enorme y otra un poco más chica pero que se cargaba con agua de vertiente. Cenamos la famosa bandeja paisa, que es un plato que incluye de todo: frijoles, arroz, patacones, ensalada, yuca, huevo frito, arepa, chorizo, chicharrón y bife de res. Nos cambiamos y fuimos a la piscina a refrescarnos, algo que nos venía muy bien después de haber viajado más de 12 horas con un calor terrible.
A las 4 de la mañana nos levantamos y seguimos viaje. Llegamos a Medellín y fuimos hasta lo de Walter, nuestro anfitrión de Couchsurfing, que vive alejado unos 40 minutos de la ciudad. Descansamos un par de horas y salimos hacia el centro, con un plan armado por su esposa Tivi.
Empezamos el recorrido por el Pueblito Paisa, una reproducción de cómo eran los típicos pueblos de la zona en la época colonial, tiene unas pocas casas y varios negocios de comida, pero lo más interesante es que como está sobre un cerro, desde sus miradores se puede ver toda la ciudad. Cuando uno caminaba hacia los miradores y veía a lo lejos los enormes edificios parados en los otros cerros se generaba la impresión de estar viendo una imagen en 3D.
De ahí seguimos hacia el Parque de los pies descalzos, un lugar donde hay un par de fuentes para meter los pies, un arenero para caminar descalzo, un pequeño bosque de cañas y varios restaurantes para comer caro. Ya se nos estaba pasando la hora del almuerzo pero cuando vimos los precios de esa zona decidimos seguir para buscar algo más económico, de lejos vimos una iglesia muy grande y pensamos que debía ser la catedral así que fuimos en ese sentido.
Bajamos un puente y descubrimos que acabábamos de entrar a un barrio repleto de talleres mecánicos, una zona donde seguro ningún local nos hubiera recomendado ir. La sensación era mitad de diversión por estar conociendo un lugar tan poco turístico por error y mitad de qué hago acá y por qué nos miran tanto. Había varios bares, decidimos entrar al que parecía menos manchado con grasa y comimos ahí. Justo se largó a llover así que nos quedamos un rato largo viendo como caía el agua y escuchando las conversaciones de los viejos y los mecánicos que nos rodeaban.
Cuando aflojó un poco la lluvia, nos fuimos caminando hasta la Plaza Botero. Lo primero que nos sorprendió fue la cantidad de chicas ejerciendo la prostitución que había, casi tantas como vendedores ambulantes. Hay varias esculturas de Botero, están buenas pero como ya habíamos visto todas sus obras en Bogotá y el ambiente no era muy bueno y había muchísima gente, no las apreciamos demasiado. Después de dar algunas vueltas, y ya yendo a tomar el bus, nos topamos con un edificio muy lindo que es el palacio de la cultura. Entramos más que para ver qué había adentro, para ver el edificio en sí y aprovechar la vista que podía haber desde arriba del mismo para sacar algunas buenas fotos.
Terminada esa visita, sí volvimos a la casa, después de otro desgastante viaje de más de una hora.
El segundo día en Medellín el paseo fue en teleférico. Con el boleto del metro uno puede hacer todas las combinaciones que quiera y andar las horas que le guste, mientras no salga nunca de las estaciones. Y el mismo ticket permite tomar el teleférico, lo que le permite a muchísima gente que vive en los barrios más pobres de la ciudad llegar hasta su casa en un transporte público. Hicimos un par de trasbordos y llegamos a la estación donde se lo toma, no estábamos seguros que estuviera funcionando, ya que había tormenta y en ese caso lo apagan, pero justo lo habían vuelto a poner en movimiento. No es algo turístico, es decir que no está armado para el turista como una aerosilla en Bariloche, si no que lo toman los vecinos y lo bueno es que tiene varias paradas por lo que sirve para varios barrios, ya que son muchos paisas los que viven arriba de los cerros. Muchos vecinos, aunque no tienen terminadas sus casas, dedican su tiempo a pintar el techo, para que disfruten quienes pasan por allí arriba.
Cuando llegamos a la cima, nos bajamos para poder mirar un poco la ciudad y sacar un par de fotos.
Luego hicimos el descenso y llegamos a la misma estación donde habíamos empezado a subir. Hicimos otra combinación y fuimos a conocer la catedral. No tenía nada grandioso, pero el cura que estaba dando la misa era re copado. Les decía a todos que no hay que arrodillarse, que esos son gestos ridículos y que el que se arrodilla no es más cristiano que el que no lo hace, la diferencia está en las acciones misericordiosas que cada uno haga.
Aplaudimos y vitoreamos el sermón y salimos a caminar, el objetivo era ir a conocer el parque de las luces. Cuando llegamos nos llevamos una buena desilusión. De día habíamos visto que eran columnas grandes con luces led y pensábamos que eran de todos colores y que iban cambiando, o sea, pensamos que tenía onda el lugar. Pero eran todas luces blancas que ni siquiera parpadean. Ni Mestre hace algo tan feo en Córdoba. Como ya se estaba haciendo tarde y estábamos cansados, pegamos la vuelta para la casa de Walter, además ahí nos encontraríamos una vez más con Lau y Nico, demostrando lo chico que es el mundo de Couchsurfing.
A la noche charlamos bastante entre todos y nos pusimos al tanto de las rutas respectivas con los chicos y nos despedimos hasta que la ruta vuelva a cruzarnos. Al día siguiente partimos con rumbo a Cartagena, otro viaje larguísimo, dentro de los 7 meses que recorrimos nuestro continente.