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Partimos de Cabo de la Vela a las 6 de la mañana. Camioneta hasta Uribia, dedo hasta Cuatro Vías, taxi hasta Valledupar. El plan era llegar hasta San Gil, pero ya era la una de la tarde, teníamos unas 9 horas de viaje y no teníamos alojamiento. Así que decidimos viajar de noche en bus y hacer tiempo en Valledupar.

Comimos en un restaurante llamado Montacarga. Probamos un chivo guisado, que al primer bocado sentí que era como el Aleph de todos los chivos, vi cada chivo del mundo, cada especia, cada pasto, cada sabor. Creo que fue por lejos lo más rico que comimos en Colombia, además, nos costó 10000, comimos los dos y sobró, así que pedimos que lo guardaran y lo llevamos para hacer sandwiches antes que saliera el bus.
San Gil
En San Gil conseguimos un lindo hotelito barato y el primer día nos dedicamos a pasear por la ciudad. Nosotros pensábamos que iba a ser un pueblo chico, pero tiene unos 45000 habitantes y un número muy grande de restaurantes para el tamaño de la ciudad. Cerca está el parque nacional del Chicamocha, en la ciudad hay unos parques municipales y tiene un shopping bastante moderno.
Caminamos por las callecitas del centro histórico, recorrimos la plaza, caminamos por el mercado.
Cuando uno viene del desierto y ha estado en zonas donde la pobreza es muy visible y la variedad de negocios y comidas son escasas, encontrar de repente todas las variedades en una pequeña ciudad, se convierte en motivo de felicidad y sorpresa. Se nos iluminó la cara cuando vimos una verdulería. Esa primera noche cenamos frutas y al día siguiente las desayunamos.
Después de desayunar fuimos a ver qué podíamos hacer. Muchos van a San Gil para ir desde ahí a varios pueblitos pintorescos que hay en los alrededores, el más conocido es Barichara. Pero nosotros ya estábamos cansados de viajar y no teníamos ganas de gastar solo para movernos, así que buscábamos algo que se pudiera hacer ahí mismo. En un punto de información nos dieron un mapa y nos dijeron que tuviéramos cuidado si íbamos a un lugar por las quebradas, que íbamos bajo nuestra responsabilidad. ¿Por qué? Porque hay una invasión. Esas fueron las palabras, y el policía que estaba allí nos explicó que había mucha gente de otras partes y que no había policías suficientes para cubrir todo. Entonces fuimos a ver que onda un parque municipal, cobran 6000 para entrar o 10000 para entrar y usar la pileta. Bueno, entonces vamos a ver el otro que no cobran. Llegando, alguien desde una camioneta nos dijo que no nos metiéramos hacia donde estaba el parque porque también está invadido. Así que frustrados y con mucha bronca pegamos la vuelta, nos fuimos a cambiar y fuimos al primer parque que habíamos ido.
La primera impresión no fue buena. Es un parque de 7 hectáreas, pero tiene un recorrido armado para hacer de noche, donde ves luces de colores. Y a nosotros nos dieron un mapa de ese caminito, que lo hicimos en 5 minutos y en la pileta a Lu le exigían ponerse un gorro que había que comprar a parte. Todo el trato y lo poco atractivo del lugar nos habían molestado bastante y nos quisimos ir, hablamos con la gerenta del lugar y nos explicó que en realidad el recorrido era mucho más grande y que había una guía que nos podía acompañar, se disculpó por la poca información que nos habían dado al entrar y nos dijo que fuéramos a conocer el parque con la guía y después pidiéramos un gorro en la tienda, ella se hacía cargo. Más calmados fuimos con la guía y la verdad que el parque estaba bueno, no tanto por la flora, que no tiene nada de particular, si no por toda la parte cultural que nos fue contando la mujer.

Nos transmitió mitos y leyendas de la zona rural de Santander y un poco de la cultura de los pobladores preincaicos. Para ser elegidos capitanes de la tribu tenían que pasar dos pruebas. La primera física, tenían que estar 3 días arrodillados desnudos con un tronco en los hombros. Si resistían, la segunda prueba era mental. Lo arrodillaban desnudo en el centro de un círculo de mujeres que le bailaban sugestivamente, tal vez un reggaetón, también desnudas, y si el hombre permanecía sin mostrar su virilidad, demostraba la fuerza mental necesaria para ser nombrado capitán. Otro de los ritos que nos contaron era lo que les pasaba a las mujeres infieles: las ataban a un árbol que siempre tiene hormigas y lo golpeaban para que los bichos salieran. En pocos días la mujer moría por las picaduras. En cambio a los hombres infieles le cortaban el … (silencio de la guía) pelo (exhalación profunda mía).
Cuando terminamos el recorrido fuimos a la pileta y a Lu no le quedó otra que meterse con el gorro, por supuesto que no hay fotos.
A la noche nos dimos un par de gustos, comimos una lasaña de pollo y camarones en una pizzería y después tomamos un par de cervezas artesanales disfrutando la vista que hay del pueblo desde el shopping.

Todo el centro histórico está sentado sobre un cerro y por las noches las lucesitas le dan un toque pintoresco que nos hacían pensar que si San Gil tuviera mar, sería perfecto. Tiene noche, tiene lindos paisajes, tiene gastronomía y tiene frutas y café.
De ahí fuimos a Bogotá solo un día, para poder comprar provisiones que pudieran hacernos falta en el barco, la experiencia de Tabatinga a Manaus viene en próximo capítulo.