PRÓLOGO
Podría titular esto como Viajando en época de Coronavirus, o cualquier cosa con Coronavirus para estar dentro de lo trendy, pero me gusta jugar con la idea de así como García Márquez relata toda una historia de amor y la pone en un contexto histórico del cólera, ahora podemos hablar de cómo está siendo viajar en un contexto tan salvaje como aquél, y lo que es peor: que afecta a todo el mundo.
También suele gustarme jugar con la idea de cómo actuaría frente a una tragedia, y cuando lo hago pienso en casos como una caída de avión (como sospechamos por 5 largos segundos de turbulencia en el vuelo desde Manila a Puerto Princesa) o que estoy en un barco que se hunde, tengo que nadar hasta una isla y aprender a sobrevivir como Tom Hanks, el tipo con peor suerte en el mundo como viajero (algo que imaginé por 10 eternas horas en un ferry que no paraba de sacudirse en un mar agitado por vientos monzones, también en Filipinas). Pero nunca imaginé cómo actuaría frente a una pandemia, una tragedia que avanza aparentemente de a poco pero que llega a todos lados.
INCERTIDUMBRE EN CHINA
Nuestra relación tóxica con el virus empezó hace dos meses, el 20 de enero, exactamente el mismo dia que nos dieron la visa de China, el día que su presidente Xi Jinping decidió reconocer que estaban teniendo un problema serio y dio instrucciones de cómo detenerlo, aunque todavía no parecía grave. Mitad en broma, por subestimar la situación, y mitad para tranquilizar a muestras familias, les decíamos que no tenía sentido preocuparse por 30 chinos muertos si en total son 1400 millones, o sea el coeficiente de fallecidos era demasiado bajo como para parecer una tragedia. Pero en el fondo con Lu no estábamos tranquilos, hablábamos del tema, planteábamos distintos escenarios y qué hacer sí esto o lo otro.
A partir de ese día toda la situación con el Coronavirus explotó y durante un par de días discutíamos si ir o no, más que nada porque sentíamos muy asustadas a nuestras familias y no queríamos preocuparlos tanto. Las noticias desde China llegaban de a cuenta gotas y de forma confusa y poco confiable, el gobierno había estado ocultando la información durante semanas y no teníamos forma de comprobar si lo que leíamos era exagerado o subestimado.
Yo suelo ser más atrevido, o más ingenuo o más ciego selectivo (todo depende de cómo se mire la situación y en qué momento se juzgue), entonces trataba de pensar que estando tan cerca, teniendo todo planeado y viendo algunas estadísticas, era estúpido cancelar el viaje. Lu suele ser más temerosa, o más precavida o más intuitiva (y acá también el calificativo varía dependiendo de muchas cosas), y no estaba tan convencida, le expuse mis razones y aunque no le gustaba la cosa, cedió.
Además seguía siendo algo que solo afectaba a una parte de China y algunos países más, así que no parecía que hubiera que preouparse. Por eso con Lu terminamos decidiendo ir y ver qué estaba pasando de primera mano (además ya nos habíamos quedado sin tiempo para cambiar los pasajes).
Estuvimos 4 días, cada segundo había una noticia nueva y todo se complicaba. Si no nos agarraba el virus, me moría de estrés. No llegué a tanto pero terminé en una clínica porque no podía moverme del dolor de cintura y Lu tuvo que cuidarme y sumar a la tensión propia de toda la situación, el estrés de verme casi anclado a un sillón, sin poder pararme y tener que hacerse cargo de toda la tratativa con el seguro.
INCONSCIENCIA EN FILIPINAS
La fortuna estaba de nuestro lado, viendo cómo avanzaba la situación pudimos comprar los vuelos y llegamos a Filipinas, donde sólo había 2 casos y un fallecido. En el aeropuerto de Beijing charlamos con un mongol que no sabía cómo iba a volver a casa porque se acababa de enterar que su país había cerrado las fronteras con China. Con Lu cada vez estabamos más asustado por todo lo que escuchábamos, pero también sabíamos que estábamos un paso adelante del Coronavirus y que la suerte nos estaba sonriendo. Tres días después Filipinas prohibió la llegada de cualquier vuelo desde China.
En Filipinas haciendo dedo nos preguntaron si habíamos estado en China, el tipo lo hizo en broma, pero le mentimos, no sé si nos hubiera llevado si le decíamos que sí (de todos modos ya habian pasado mas de 20 dias desde que volvimos de China). Una mujer nos canceló el Couchsurfing que nos iba a dar porque habíamos estado en China y ella tiene una madre de más de 70 años y le daba miedo la posibilidad de que se contagiara. Todo parecía exagerado en un país con apenas 2 o 3 casos.
Hoy, con una mirada retrospectiva, nos damos cuenta que nosotros fuimos tan imprudentes como muchas de las personas que hoy criticamos. Tal vez el hecho de que ahora lo peor de la situación se trasladó a occidente y por lo tanto tenemos más noticias y ya sentímos al problema como algo propio, nos permite ser más concientes y precavidos.
En estos momentos Filipinas tiene las fronteras cerradas con muchos países e incluso cancelaron los vuelos nacionales y los ferrys entre islas. Supongo que no quieren correr ningún tipo de riesgo, no puedo imaginar cómo haría un país con tan poca infraestructura para combatir una situación de las dimensiones que están viviendo China, Italia o España.
PACIENCIA EN AUSTRALIA
Desde Australia nos parecieron bien las medidas de Filipinas, claro que nos dio pena por todos los viajeros varados y los que tuvieron que cambiar de manera urgente sus planes. Si hubieran tomado esa decisión 15 días antes, nos hubieramos quedado encerrados en alguna de las islas sin saber qué hacer, teniendo que averiguar si podíamos extender nuestras visas o si iban a hacer excepciones o si nos iban a permitir salir del país de alguna forma. Claro que no es feo tener que vivir en una de las tantas islas paradisíacas que tiene Filipinas, pero la imposibilidad de elegir qué hacer es la que perturba.
Por más que uno esté haciendo un viaje largo, sabe que siempre que quiera o necesite puede comprar un pasaje y volverse a casa, o si no le gustó un país, pasa a otro y listo. Pero esta situación es como estar preso en una carcel del tamaño de un país, y por más que estés en una celda cómoda, perdiste lo más valioso que tiene un ser humano: la libertad.
También nos dio pena por toda la gente que vive del turismo en Filipinas, y que seguramente va a ver afectada su ya paupérrima economía y que ni siquiera sabe cuándo la situación volverá a la normalidad. En un país con mucha pobreza, la industria del turismo es fundamental, y toda la gente que nos estuvo atendiendo por un mes ahora debe estar en pánico, tal vez paralizados, porque la incertidumbre no te deja actuar ni decidir, y esta situación que cambia de día ba día genera demasiada incertidumbre, nadie sabe qué va a pasar al día siguiente.
Nosotros volamos a Australia, otra vez habíamos safado del virus y de las restricciones. Llegamos el primero de marzo, en ese momento en Australia había 28 casos confirmados con Coronavirus, otra vez parecía que estábamos un paso adelante y podíamos estar tranquilos, pero el 17 de marzo ya había 375 y hoy ya hay más de 450.
En la Argentina durante varias semanas los memes hablaban del dengue y las noticias mostraban al Coronavirus como algo lejano y había tan poca conexión entre argentinos y el tema, que nosotros salimos en diarios, radios y hasta en la televisión porque habíamos estado en China.
Ahora las noticias, allá y acá, comenzaron a afectarnos de forma directa. Las de allá porque nuestras familias están ahí y la cosa parece cada día un poco más seria y desde acá solo podemos pedirles que se cuiden y esperar que pase rápido. Y las de acá porque se enriedan con nuestros planes y objetivos, porque el desabastecimiento es real y la paranoia y el miedo están presentes en todos y en todos lados. Así que acá también solo queda cuidarse y esperar.
Creo que en estos momentos esos son los verbos más importantes: cuidarse, esperar e informarse. No desesperar, no sobreinformarse ni paranoiquiar, y seamos agradecidos, que yo escribo y ustedes leen esto desde un techo que nos da cobijo, tenemos comida y un teléfono que nos mantiene conectados con quienes amamos, y eso ya es mucho más de lo que tiene una buena parte de las personas del mundo.
Y si estás triste porque esto te cambió los planes de viaje, también podés estar agradecid@ porque vos podés elegir cuándo y a dónde viajar, mientras cada año son millones los que se ven forzad@s a dejar sus casas para buscar un lugar donde encontrar una oportunidad de sobrevivir.
Con Lu hace meses estamos juntos 24×7, con lo bueno y lo malo que tiene una convivencia continua. Pero sin duda que estas situaciones prefiero pasarlas de a 2. Sentir que por lo menos tenés alguien que te de la mano, que te ayude a calmarte cuando todo parece complicarse, que comparta el peso de cada decisión y de la angustia de no saber qué hacer, sentir eso ya es un alivio.
Ahora estamos haciendo un voluntariado en un café y la casa donde dormimos está en el medio del bush australiano, cuando los dueños se van nos quedamos sin internet y por lo tanto sin conexión con el mundo, y eso también tiene sus cuestiones positivas y negativas. Lo malo es que nos complica planificar nuestros movimientos, o intentar conseguir otro lugar donde quedarnos cuando tengamos que dejar este, algo que tal vez pase muy pronto, ya que por todo esta locura, la gente no sale de sus casas y cada vez hay menos clientes en el café. Lo positivo es que no podemos leer las noticias todo el día ni ver las redes cada dos minutos, lo que aisla nuestro cerebro del exceso de información y pesadumbre que reina todo en estos días. Y eso también es un alivio.
Además esa desconexión nos permite disfrutar de estar juntos y nos da tiempo para hacer lo que debemos hacer, como escribir esto, porque escribir es desintoxicante.
Desde hace muchos años escribo libros, si querés saber de qué se trata cada uno, entrá a esta sección, lee el resumen o bajate las primera páginas de cada uno. Por cada libro que comprás nosotros podemos viajar un poco más, así que gracias.